Crítica publicada en Esencia Cine
Una historia no tiene por qué ser siempre real. Tampoco la realidad siempre resulta en una buena historia. Hay matices. El debut en la gran pantalla de Rupert Goold (Macbeth, 2010; The Hollow Crown: Richard II, 2012) se apoya en la etiqueta del “basado en hechos reales” para devolver, esta vez sí, una buena historia. El director adapta las memorias de un reportero del New York Times, Michael Finkel, y la relación que le unió inesperadamente al criminal Christian Longo.
Con una dirección de actores sobria y eficaz, que devuelve el constante primer plano de unos sorprendentes Jonah Hill y James Franco –gran interpretación de este último, llena de matices en la gesticulación y la contención de emociones–, Una historia real indaga en los terrenos del crimen, la violencia y, por debajo de todo, en una línea de guión casi imperceptible, pero con una fuerza innegable, el debate ético que vertebra –o debiera hacerlo– el periodismo.
Puede pecar el guión de cierto convencionalismo, la historia no es un dechado de sorpresa; sin embargo, la virtud de Goold en la dirección y la planificación del juego que se traen entre manos los dos protagonistas, alejan la propuesta de la plantilla. Gracias a ello ese aspecto más formulario del guión no resta fuerza dramática al conjunto. El director compone una ficción agobiante que coloca sus cimientos más fuertes en la realidad, pero que, a pesar de ello, no la necesitaría para despegar por sí misma como entidad propia. Una historia real funciona, paradójicamente, como una gran ficción.
A través del plano-contraplano Goold enfrenta a sus personajes con vehemencia y crudeza, como si ambos se situasen frente a un espejo que les mandase de vuelta sus demonios. Tras conocer que Longo, el criminal, utilizaba la identidad del periodista Finkel, este último se situará en una encrucijada moral que le hará preguntarse si de verdad no son tan parecidos como el propio Longo sugiere en alguna ocasión. El periodista se sitúa cara a cara con el monstruo para descubrir que los fantasmas le asolan desde sus adentros y no desde el mundo exterior. Para ello incluye el director la magnética presencia de Felicity Jones como esposa de Finkel, su único anclaje al contexto familiar; por eso también da la sensación de que la actriz está algo desaprovechada. En realidad, simplemente cumple su función y vuelve a dejar paso al absorbente dúo protagonista en un inteligente uso de los elementos actorales, que entre tanto depara, además, un intenso cara a cara entre Jones y Franco (quizás la mejor secuencia del film).
Bajo la capa de barniz de Una historia real subyace un debate que debería ser primitivo en la práctica periodística, la piel que no muda y permanece inalterable con el paso de los años: el debate entre la historia y la realidad. Y sus correspondencias. Por aquello de que una buena historia no puede ser estropeada por la realidad. Rupert Goold despliega de forma inteligente sus valoraciones a través del propio discurrir de la historia y de las frases de algunos personajes, pero en ningún momento lo hace desde un púlpito ni la obra se presenta cargada de moralina. Nada de eso. El desarrollo brinda el desenlace de forma natural. Y en él tiene lugar la última aportación del “basado en hechos reales”, tan cómica en su superficie como trágica en su fondo. Una nueva demostración de que, a veces, la realidad es la mejor, y la más inverosímil, de las historias.
0 comentarios :
Publicar un comentario