03 julio 2015

'Los Minions', the yellow slapstick

Crítica publicada en Esencia Cine


Probablemente una de las preguntas que casi todo el mundo se hacía sobre los colaboradores del villano Gru era qué idioma hablaban. Y es una de las pequeñas explicaciones que ofrece la precuela, Los Minions, dedicada en exclusiva a estos pequeños y simpáticos seres amarillos y torpones, que explica su origen y cómo llegaron a colaborar con el hombre más malo del mundo (con el que ya han protagonizado dos películas para la franquicia Universal). 

Ya el prólogo anuncia lo que va a ofrecer la película: la cabecera de Universal, cantada en la voz inconfundible de un minion da paso a una panorámica histórica en la que los pequeños bichos (uno duda si llamarlos animales, pues muestran sentimientos totalmente humanos) son los totales protagonistas. Desde la edad de los dinosaurios hasta la actualidad, comprendemos el papel “sordo”, y realmente divertido, que han jugado los minions a lo largo de la historia.

Pero, llegados a un punto, la necesidad de servidumbre a la villanía de estos seres se dispara y, en mitad del tedio por no tener villano al que honrar, tres aventureros se lanzan a la conquista del mundo moderno. La elegida es, ni más ni menos, que Scarlett Overkill, una tipa maligna (con un excepcional doblaje por parte de Alexandra Jiménez en España) que tiene ecos del holgazán villano Vector de la primera película, Gru, mi villano favorito (Pierre Coffin y Chris Renaud, Estados Unidos, 2010). Para ello, los minions tendrán que cruzar el mundo, pretexto perfecto para hacer gamberradas –pues de eso se trata, ni más ni menos, el film– antes de llegar a la Villain-Con (la mayor convención de villanos del mundo, perfecta parodia en la que resuenan la Comic-Con y todo este tipo de ferias especiales que cada vez proliferan más a lo largo y ancho del mundo).


Apañándose con su lenguaje impenetrable y su mezcolanza lingüística, que contiene rumano, italiano, francés, español y americano, entre otras, los minions acuden a la llamada del mal. Sin embargo, tienen un hándicap importante: son unos “tipos” adorables que despiertan el cariño de los demás allá donde van. De hecho, su villanía es más fruto de la torpeza que de la meditación. Y en eso se centra la propuesta diseñada por Pierre Coffin, acompañado esta vez en la dirección por Kyle Balda. Los Minions prometen una carcajada por secuencia, sin más pretensiones que la de reír y provocar la risa a pequeños y no tanto. 

Se puede interpretar la ausencia de una trama más potente (la búsqueda de un villano a la altura puede antojarse insuficiente) como un punto débil, sin embargo permite que el foco se centre en exclusiva en los tres protagonistas para que la coreografía (a veces literal) sea total y perfectamente sincrónica. Un baile que, por si fuera poco, va acompañado de un jukebox maravillosamente adaptado a la época en la que se sitúa la película: los años sesenta norteamericanos y londinenses. 

Conviene nos buscarle a la película mayores pretensiones que las reír. Y en ese terreno, desde luego, lo tiene todo ganado. Con toques de comedia clásica y slapstick (a veces los minions parecen herederos de Chaplin o Buster Keaton, pero también de los coetáneos Mr. Bean o Benny Hill), una pizca de la mente anárquica de un niño y ciertos toques de humor sociopolítico (maravilloso el exagerado retrato de lo británico que se lleva a cabo en el film), Los Minions se pueden convertir en uno de los éxitos del verano. Una de esas cintas animadas que gustarán tanto a los más pequeños como a los más grandes. Comprobadas las sospechas: los minions pueden ser protagonistas sin nadie como complemento.

0 comentarios :

Publicar un comentario