24 diciembre 2014

'El club de los incomprendidos', la insoportable levedad de la playlist

Crítica publicada en Esencia Cine


El club de los incomprendidos podría inaugurar, o afianzar más bien, el término “películas playlist”. Las canciones se suceden a lo largo de sus noventa minutos, una tras otra, formando un mix de escenas musicales que acompañan a un guión que, no sé si a causa de la multitud de manos que lo han escrito, adolece de rasgos propios y personales. 

La historia, originariamente una saga de novelas de Francisco de Paula, autor que se hace llamar Blue Jeans, nos adentra en un instituto en el que se desenvuelven los protagonistas. La llegada de una nueva alumna (Charlotte Vega) será la espita de la historia; su comportamiento –una pelea con otra chica nada más llegar– la conducirá a las sesiones del orientador escolar –papel para el que se presta Raúl Arévalo, quizás para equilibrar su buen trabajo en La isla mínima–. Allí conocerá a un grupo de rebeldes sin causa, una pandilla de niños bien que, como reza el título, ¡oh, dios mío!, son unos incomprendidos.


Seguramente El club de los incomprendidos alcance gran éxito entre el público adolescente. Es una de esas películas, que recogen el testigo de la serie Física o química o, más allá en el tiempo, de Compañeros o Al salir de clase. El problema viene dado no sabría decir si por el envejecimiento de los ojos que la miran o porque realmente la historia se ha vuelto más ñoña y tiene menos –o ningún interés– que aquellas.

La cinta de Carlos Sedes, director habitualmente televisivo (Velvet, Gran Hotel, Hispania o Gran Reserva, entre otras series), se pierde en las calles de una Madrid repleta de imprecisiones, más y menos pasables. Además, El club de los incomprendidos supone una colección de frases de taza y póster. En algunas secuencias parece obra de ese tal Mr. Wonderful que inunda la red de mensajes de buenrollismo cutre.

La ópera prima de Sedes, cinematográficamente hablando, es otra de tantas películas juveniles de protagonistas adolescentes. Precisamente en ese rango de edad estará su nicho de público. El club de los incomprendidos es un film tan cercano a la realidad –incluyendo, por ejemplo, la tecnología como pilar narrativo– como alejado de ella: el instituto parece demasiado mitificado, las charlas con el orientador resultan tan maravillosas que no hay quien se las crea y esos rasgos de Madrid son muy de postal. Una obra que cuenta las peripecias escolares, amorosas, sexuales, e incluso suicidas de un grupo de adolescentes insoportables, a ritmo de una playlist de Spotify que podría estar entre el Euphoria y el Cortavenas Mix II.

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