Crítica publicada en Esencia Cine
Normalmente cada ciudad alberga, al menos, dos distintas. Sobre todo si hablamos de un enclave turístico; tendremos en un polo todo aquello que hay que ver y que casi siempre permanece atestado de gente que inunda de flashes cada instante, mientras que en el otro extremo quedará lo que podríamos denominar ciudad mater, es decir, la ciudad de verdad, la que permanece algo más alejada de los focos. Siempre pasa. No es lo mismo caminar por la Rambla de Catalunya que hacerlo por la del Raval, aunque con los años se han ido asemejando cada vez más.
En Rastros de sándalo María Ripoll deambula por las dos Barcelonas, además de por la ciudad de Mumbai en La India durante algunos tramos. La historia que albergan esas “tres” ciudades no es otra que la de dos hermanas separadas treinta años atrás en la ciudad asiática. Ahora, Mina, la mayor, es una actriz famosa que descubre que su hermana pequeña Sita fue adoptada por una familia burguesa de Barcelona y se ha convertido en bióloga. Enseguida comenzará una búsqueda tan retrospectiva como introspectiva que la llevará hasta España para encontrarse con el pasado en forma de presente.
La directora propone, para comenzar, un brillante juego de meta-cine –sin duda lo mejor y más atractivo del film– en el que una película dentro de la propia película adentra al espectador en la historia de las dos hermanas. Como un juego de matrioskas. Sorprende gratamente el cambio en la dirección y la estética de una y otra, así como la elegantísima transición de la “ficción” a la “realidad”. Ripoll salta de una dirección vibrante e incluso mareante a una dinámica de planos más fijos y sosegados.
Sin embargo, un montaje algo brusco, que se hace notar durante todo el film y puede llegar a sacar de la historia, traslada la acción de Mumbai a Barcelona gracias a una ruda elipsis geotemporal. Entonces comienza una búsqueda casi desesperada con los obstáculos clásicos (negación, aceptación paulatina, total entrega…). Finalmente Paula empezará a sentir interés por la que acaba de descubrir como su hermana y comenzará a conocerla a través de sus películas, lo que lleva a la película a abrir una nueva vía narrativa basada en la relación de ella con el dependiente indio de un videoclub del Raval. La relación entre ambos servirá como percha para introducir el choque cultural –con un cierre docuficcional sobre Bollywood– y aportar un drama sentimental a la historia –cita a Ghost, inclusive.
Rastros de sándalo alterna constantemente los espacios. El film de Ripoll funciona mucho mejor cuanto más se acerca a esa Barcelona del Raval, pero planea sobre ella una necesidad constante de mostrar todos y cada uno de los emplazamientos turísticos de la Barcelona de postal que fagocita varios aspectos de la narración y lleva a perder algo de interés en la propuesta. Se puede hablar de que, igual que cada ciudad alberga en su interior dos, Rastres de sàndal contiene dos filmes en su metraje: una historia de búsquedas y encuentros fraternales, por un lado, y una historia de amor, por el otro, ambas, eso sí, con el choque cultural como telón de fondo.
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