Desde que el "calvo de la Lotería" se marchó, el anuncio del sorteo de Navidad no ha dejado de levantar polémica en cada una de sus ediciones. Si el año pasado nos sorprendió con aquella demoníaca Montserrat Caballé (pobre mujer, qué culpa tenía), en 2014 el anuncio apela a lo más (profundo de lo) emocional. Técnicamente es fantástico; ahora, su argumento me deja muchas dudas.
Un hombre que no ha comprado un billete de la lotería premiada en el bar de su barrio. Su mujer que lo intenta convencer -con una inmensa sonrisa en la cara- de que baje como si fuese un día normal. "Pero, es que para un año que no lo compro...", le replica Manuel. El bar repleto de gente que celebra su premio con champán, jolgorio, griterio. Lo típico que vemos en todos los telediarios del 22 de diciembre.
El momento emotivo llega cuando, tras pedir un café, el hombre -delgado, ojos rojos y tristes, se le intuye en situación un poco difícil, o eso parece querer dejarnos claro el spot- pide la cuenta. "21 euros", le dice Antonio, el camarero, con una sonrisa inmensa en la cara. "¿21 euros por un café?", contesta Manuel. Y he ahí 'el momentazo': "No", dice Antonio, "un euro por el café y 20 por esto", extendiendo un sobre rojo que, efectivamente, guarda un boleto premiado. Y claro, a continuación, el llanto desconsolado y emotivo (muy emotivo) del protagonista. "Lo bonito es compartirlo", es el copy.
¿Qué nos dice el anuncio? Pues, ni más ni menos, y como era de esperar (al final no deja de ser un anuncio comercial) que compremos lotería siempre que alguien lo haga. Es la representación del "¿y si no compro y toca?" que muchas veces escuchamos cuando se trata de esto. Lo cierto es que el mensaje que extraigo yo del anuncio, más que emocionante, es ciertamente consumista (aunque esto es evidente y entendible) y cruel. ¿Por qué? Por varios motivos.
Primero por la caracterización del actor principal. Quiero pensar que no es un padre de familia, un parado, o alguien con problemas económicos importantes, que es lo que a mí me traslada su imagen, como dije antes. Segundo, porque el mensaje que deja el anuncio es el de comprar un billete en cada uno de los sitios que frecuentamos. No importa cuántos sean, "¿y si cae aquí?" reza uno de los eslóganes que anuncian el sorteo en los bares. Comprar, eso es lo único que instiga el spot bajo la capa de superficialidad de las emociones que toca. E instiga a comprar, precisamente, en una época en la que para cualquier familia de renta normal, el desembolso de la lotería puede ser un esfuerzo mucho mayor que nunca. No nos engañemos, las cosas no están para tirar el dinerito con sorteos. Y en tercer lugar, porque, coño, la utopía del buen hombre, ese camarero que ha guardado un billete es completamente ilusoria. Y ya no eso, sino que encima cuando sabe que está premiado lo suelte tan alegremente. Que somos españoles, coño, que nos conocemos...
Eso sólo atendiendo a la historia, como tal; si atendemos al aspecto técnico vemos primeros planos lacrimosos y, en el caso de los oídos, lo que encontramos es una machacona música triste. Todo pensado para incitar, qué digo incitar, obligar, al espectador a que llore. Digno de Susanne Bier, vaya. El melodrama en estado puro. Es cierto que el anuncio funciona, claro, incluso puede llegar a parecer bonito. Sobre todo en un país que parece adicto al pornodrama barato y que llena sus muros de facebook de historias sobre padres que cantan nanas a sus niños, tristemente a punto de fallecer, de animales que permanecen en las tumbas de sus dueños durante años hasta que mueren, y de historias en las que a la primera línea lo más normal es estar llorando. Porque están planeadas para eso, de hecho.
En definitiva, que lejos del entusiasmo que ha provocado el susodicho comercial (nunca olvidemos que es un anuncio y lo que pretende como tal), me queda un bonito e irreal cuento de Navidad. Un cuento, además, de dudosa moraleja:
"Compra, compra, que si no compras y no encuentras alguien como este camarero, estarás triste y amargado toda tu vida."
Porque, por supuesto, el dinero otorga la felicidad, de eso no nos queda ninguna duda. Ale, pobretones, ¡a comprar!
Os dejo el video del anuncio en cuestión.
Os dejo el video del anuncio en cuestión.
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