05 noviembre 2014

'Mapa emocional de Tánger', memorias tangerinas

Crítica publicada en Esencia Cine


“Muchas veces pienso que Tánger era un estado de ánimo que, probablemente, se instaló para siempre en esa parte un poco fantasmal de la memoria en la que algunas personas no sabemos distinguir lo que fue verdad de lo que fue mentira”, explica Haro Tecglen sobre la ciudad tangerina. Tras ocho años de rodaje, y tres de montaje, se estrena en Cineteca el documental de José Ramón da Cruz Mapa emocional de Tánger, que recoge esas impresiones de los que habitaron Tánger en su época de mayor esplendor cultural, social y, haciendo uso del título, emocional. Una ciudad con cierta magia, con un halo misterioso, que queda retratada a través de las palabras de las gentes que poblaron sus calles, su playa, sus cafés…

Casi todos los entrevistados confluyen en la idea de la diversidad cultural y de la libertad que se respiraba en Tánger en su época allí. Una libertad casi utópica que convirtió a la ciudad marroquí en un espacio liberal, en el sentido más amplio de la palabra, en la que confluían multitud de pensamientos, ideas y formas de ver la vida y vivirla. “Había mezcla, pero no amalgama”, recuerda una de las protagonistas cuando habla de su Tánger. Porque eso es lo que refleja José Ramón da Cruz; el cineasta no da una visión única de aquel Tánger, sino que permite a cada entrevistado recrear su propia ciudad a través de los recuerdos.


En Mapa emocional de Tánger, proyecto cuyo primer montaje duraba ocho horas, el director hace prevalecer a los testimonios por encima de las imágenes. En sus palabras, la huella física (en este caso se podría hablar de imágenes) nunca fue lo importante, que sí lo era la huella emocional (esas personas que hablan desde su memoria). Bien lo sabe Da Cruz, tangerino de nacimiento –volvió a España con ocho años– y por eso permite que la ciudad se vaya recreando a través de las palabras de los que la evocan. 

Muchas son las figuras, los nombres, que aparecen a lo largo del film; muchas son las personalidades que residieron en Tánger (Goytisolo, el matrimonio Bowles, Capote y un largo etcétera), pero sin duda una figura sobresale por encima del resto. Emilio Sanz de Soto fue un agitador de todas las “intelectualidades” que se daban cita en Tánger; un escritor sin obra, un intelectual que juntaba al resto de intelectuales en torno a sí, cuya figura recuerda a la de Pepín Bello para la generación del 27. 

José Ramón da Cruz, también videoartista –se nota esta disciplina en algunos de los interludios visuales que acompañan a la narración–, se reconcilia con su memoria a través de los recuerdos de otros. El cineasta crea con ello una especie de mapa intelectual y emocional de Tánger, de ese Tánger del pasado, evocador, casi mágico y único; un documental poético y lírico que ayuda a comprender cómo el pasado juega con la memoria y cómo ésta a la vez puede construir –reconstruir, más bien– el mismo.

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