27 marzo 2014

'The Informant', thriller anémico

Crítica publicada en Esencia Cine.

Si el lector de esta crítica ya ha visto The Informant probablemente ande en busca de la tensión, preguntándose si la habrá dejado escapar en algún momento de sus dos horas de enmarañado metraje. No se moleste, no hay ni rastro de ella. No aparece más allá de la primera hora de película, en la que se atisban algunas tentativas –muy livianas, eso sí– de proporcionar unas dosis de tensión necesarias en el género.

La historia comienza en 1987 en un bar de Gibraltar (que, por cierto, es el título original de la película) en el que trabaja y reside un matrimonio francés. Por su punto estratégico y dada la afluencia de todo tipo de gentes, a Marc Duval, el dueño, lo reclutan las aduanas francesas como agente informador. El bar pasa a convertirse entonces en una especie de metáfora del punto estratégico que supone el islote (metáfora, por otra parte, que podía haber dado más juego). Poco a poco, Marc empieza a conocer los secretos del narcotráfico y en seguida entabla cierta amistad con una de sus cabezas visibles, el elegante Claudio Lanfredi.


A partir del reclutamiento, la amalgama de ciudades y personajes con las que entra en contacto Duval es tal que, a veces, resulta complicado situarse en el mapa. El trabajo de montaje, farragoso y con excesivos vaivenes, tampoco ayuda en este cometido. El espectador viaja tan rápido de París a Madrid, o de Gibraltar a Nueva York, que cuando se alcanza la hora de metraje parece que el estallido es inminente, pero a la vez, importa poco si llega o no. El tratamiento de los personajes es tan plano que, probablemente, al espectador le de igual si a Duval lo tienen preso, lo capturan los narcos o si su mujer le recrimina su actitud. En ningún momento salta la chispa que hace que espectador y personajes conecten.

Es entonces, en la segunda hora de la película, cuando Julien Leclercq y el guionista Abdel Raouf Dafri, como si fuesen conscientes de lo tedioso de su propuesta, se lanzan a una exploración tanto de las relaciones entre los personajes (historia de atracción fatal incluida) como del drama más sensible (la familia como elemento de chantaje e intercambio, la amistad entre el informador y el narco). Todo ello sin anudar al espectador con algún cebo que le pueda interesar. No obstante, la cinta termina por funcionar algo mejor cuando se centra más en el entramado de relaciones humanas –generalmente vínculos familiares o de amistad– que en el resto de sus pretensiones.

The Informant es un thriller excesivamente disciplinado en lo que a la narración se refiere, lo cual no da pie a que las sensaciones del espectador oscilen a través de los pliegues psicológicos de sus personajes. La falta de empatía que generan estos, debido a su absoluta palidez, es total. La película se convierte así en una obra anémica que adolece de pulso narrativo y de la más mínima tensión dramática. Mucho dice de ella que su acierto más reseñable resida en la consecución de las texturas de la imagen –bien logradas, eso sí–, que consiguen representar el granulado propio de los años ochenta en los que se desarrolla la historia.

El epílogo de los minutos finales esboza los años posteriores a la operación para los personajes centrales de la historia, aunque es posible que en ese momento el espectador sólo espere una última aparición en pantalla de la bellísima Mélanie Bernier y no le importe si todo lo que le han contado es una historia real, que sí lo es, o sólo una ficción. Como es habitual, la traducción de la realidad a los mecanismos cinematográficos ha vuelto a fallar.

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