
Yo, que aún dicen que soy muy joven, he llegado tarde a la época dorada de las librerías. He llegado tarde, sí, perdí el tren, y en cierto modo me arrepiento (si es que se puede arrepentir alguien de algo que nunca estuvo en su mano) de ello. “Ya no existen librerías de verdad”, oigo a menudo a compañeros y amigos, “de esas en las que entrabas sin tener ni idea de qué buscabas y el librero te aconsejaba”, continúa la perorata. “Ni siquiera existen...