Artículo publicado en La Huella Digital el 10 de enero de 2010.
Es habitual en la música ver como cada cierto tiempo nace un sonido que representa la identidad de una ciudad. Existe en las personas, creo, un componente que nos hace sentir una especie de contradicción odio-amor por nuestra ciudad desde nuestra primera toma de conciencia hasta nuestros últimos pasos sobre ellas.
Pues bien, los músicos, como personas que son, también padecen esta tara. De esta manera se puede identificar la música de David Bowie o Amy Winehouse con Londres. Tiene su sabor. Captan el espíritu de ésta en sus versos. Lo mismo pasa con Los Beatles y Liverpool. Casi automáticamente al escuchar el nombre de la ciudad nos viene a la cabeza el del grupo. ¿Y el New York, New York, de la gran voz Frank Sinatra? Creo que sólo existe una cosa que pueda identificarse de la misma manera con la ciudad: una película de Woody Allen.
Sentimientos casi pasionales que pasean el nombre de una ciudad por toda la geografía y que hacen que cuando suenan en sus lugares de origen, el público se vuelva loco. En Madrid, hermosísima ciudad, que a mí, particularmente, me despierta también ese sentimiento mencionado antes; también encontramos este tipo de cantos. Siempre le quedará a un madrileño que añore su ciudad la voz de Sabina y su Pongamos que hablo de Madrid o, sobre todo, Yo me bajo en Atocha. Y eso que no es madrileño de nacimiento, si no de sentimiento y adopción.
En los últimos tiempos han surgido una serie de voces que se podrían identificar de esta manera. Son las que yo llamo “voces de Madrid”, grupos o cantantes que han ido adquiriendo renombre y han plasmado el nombre de esta ciudad en sus letras. Son, por ejemplo, Quique González con su Calles de Madrid, Pereza y Madrid o Lady Madrid –de su último LP-, Ismael Serrano en Vuelvo a Madrid, o sin ir más lejos, todo verso del malogrado Antonio Vega. Todos ellos, y muchos más, desprenden un inconfundible sabor a Madrid.
Creo que es bueno y necesario sentirse parte de algo. Por eso la gente tiende, pese a no mostrarlo a menudo, a sentirse como parte de la vida que lleva la ciudad de la que se sienten parte. Madrid, Barcelona, Londres, París, Buenos Aires… y multitud de ciudades que esconden muchas canciones en sus recovecos más olvidados.
Es habitual en la música ver como cada cierto tiempo nace un sonido que representa la identidad de una ciudad. Existe en las personas, creo, un componente que nos hace sentir una especie de contradicción odio-amor por nuestra ciudad desde nuestra primera toma de conciencia hasta nuestros últimos pasos sobre ellas.
Pues bien, los músicos, como personas que son, también padecen esta tara. De esta manera se puede identificar la música de David Bowie o Amy Winehouse con Londres. Tiene su sabor. Captan el espíritu de ésta en sus versos. Lo mismo pasa con Los Beatles y Liverpool. Casi automáticamente al escuchar el nombre de la ciudad nos viene a la cabeza el del grupo. ¿Y el New York, New York, de la gran voz Frank Sinatra? Creo que sólo existe una cosa que pueda identificarse de la misma manera con la ciudad: una película de Woody Allen.
Sentimientos casi pasionales que pasean el nombre de una ciudad por toda la geografía y que hacen que cuando suenan en sus lugares de origen, el público se vuelva loco. En Madrid, hermosísima ciudad, que a mí, particularmente, me despierta también ese sentimiento mencionado antes; también encontramos este tipo de cantos. Siempre le quedará a un madrileño que añore su ciudad la voz de Sabina y su Pongamos que hablo de Madrid o, sobre todo, Yo me bajo en Atocha. Y eso que no es madrileño de nacimiento, si no de sentimiento y adopción.
En los últimos tiempos han surgido una serie de voces que se podrían identificar de esta manera. Son las que yo llamo “voces de Madrid”, grupos o cantantes que han ido adquiriendo renombre y han plasmado el nombre de esta ciudad en sus letras. Son, por ejemplo, Quique González con su Calles de Madrid, Pereza y Madrid o Lady Madrid –de su último LP-, Ismael Serrano en Vuelvo a Madrid, o sin ir más lejos, todo verso del malogrado Antonio Vega. Todos ellos, y muchos más, desprenden un inconfundible sabor a Madrid.
Creo que es bueno y necesario sentirse parte de algo. Por eso la gente tiende, pese a no mostrarlo a menudo, a sentirse como parte de la vida que lleva la ciudad de la que se sienten parte. Madrid, Barcelona, Londres, París, Buenos Aires… y multitud de ciudades que esconden muchas canciones en sus recovecos más olvidados.
Jesús Villaverde Sánchez
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