[Spoilers, no leas si no has visto el final de Breaking Bad]
Decía Antón Chéjov, el mejor cuentista de todos los tiempos, que si en la primera escena de una narración aparece una pistola, ésta debe ser utilizada por algún personaje antes del final de la historia. Lo que viene a decir el autor es que todos los elementos que incluyamos en una narración deben tener relevancia. No podemos incluir un oso polar sin que al final cobre algún tipo de importancia mayor para la trama, por ejemplo. Es lo que se conoce como la regla de la pistola de Chejov.
Durante la quinta temporada de Breaking Bad nos hemos preguntado con quién usaría Walter White (o más bien Heisenberg) la ricina que recogía en el flashforward del 5x09 –que ya había tenido alguna relevancia con anterioridad– cuando visitaba su casa en ruinas. No concebíamos que aquella imagen tan explícita fuese a quedar huérfana de explicación. Gilligan no podía hacernos eso. Otra cosa hubiese sido que la ricina se hubiese mencionado de forma pasajera por alguno de los personajes, o que hubiese tenido una aparición esporádica como posible plan, etc; sin embargo, la imagen era clara: Walt había vuelto a su casa con la única finalidad de coger el veneno y, en cuanto lo hizo, volvió a marcharse dejando atrás aquel HEISENBERG pintado en la pared del salón con pintura amarilla.
Nunca supimos cómo había terminado la casa por lucir de esa manera, ni en qué momento habían empezado los skaters a patinar por la piscina vacía de los White. Eso no importaba nada, lo importante de aquel hogar, como dejó claro Gilligan en ese flashforward, sólo era la ricina. De ahí al final se especuló con los nombres de las posibles víctimas del envenenamiento. La pistola de Chéjov estaba cargada. No podía no disparar. ¿Para quién sería?
Se especulaba con Jesse, principal blanco, al parecer, de las tribulaciones del público. Se especuló también, y mucho, con Hank, debido a la batalla abierta que mantuvo con Walt durante toda la mitad final de la temporada. Skyler era otra de las posibles damnificadas, además de la favorita del público para morir envenenada (algo que nunca terminé de explicarme). Todd y uncle Jack, los abominables neonazis con los que primero hace tratos Mr. White para después acabar enemistado a muerte con ellos, también ganaban enteros como blancos de la ricina.
Sin embargo, Vince Gilligan y sus guionistas (como se dirige a ellos en las entrevistas que he podido leer) no dejaban de darnos pistas e, incluso, ponernos en bandeja el destinatario final, sin que nosotros hiciésemos caso de lo que nos decían. ¿Cuántas veces hemos visto a Lydia Rodarte-Quayle pidiendo muy cuidadosamente ese té con stevia en la cafetería donde se encontraba con Todd? ¿Por qué tanto hincapié en mencionar la peculiaridad de la stevia? ¿Y los planos recurrentes a la taza, a la cuchara moviendo el líquido y mezclando el azúcar con él, que parecía que no decían nada? Todavía incluso antes de enterarnos de que ella era la destinataria de la ricina, Gilligan, sus guionistas o el director del episodio 5X16 (‘Felina’) juega con nosotros con un primerísimo primer plano de la stevia cayendo en la taza y la cuchara removiendo todo el contenido que iba a matar a Lydia, la loba con piel de cordero de esta quinta temporada. Fantástico. Quizás fuese el personaje que en menos quinielas entraba para ello.
Ya sabíamos que la pistola iba a ser disparada, sólo nos quedaba saber quién recibiría el balazo. Y contra todo pronóstico fue Lydia (the tattooed lady). Grande Breaking Bad hasta en los pequeños detalles.