13 noviembre 2014

'Diplomacia', (no) arde París

Crítica publicada en Esencia Cine


Si a lo largo de tu vida has visitado París y te has enamorado de sus calles, sus artistas o sus monumentos, le debes mucho de ese placer de la contemplación a Dietrich von Choltitz. O eso dice la Historia. El teniente general del ejército alemán fue gobernador militar de la ciudad durante los últimos días de control nazi. Cuando recibió la orden de Hitler de destruir París y entregarla en manos de los americanos reducida a cenizas, desobedeció la orden, siendo reconocido posteriormente como el salvador de París. Hasta aquí, la leyenda, engrandecida por las voces a lo largo de los años. Existen voces discordantes con esta historia, por supuesto; los resistentes aseguran que el militar siguió reprimiendo a los franceses, y fiel a Hitler, hasta el último minuto de ocupación. Sin embargo, a Volker Schlöndorff no le interesan para contar su historia en Diplomacia, la película que ficcionaliza los hechos ocurridos entre el 24 y 25 de agosto de 1944.

Porque hay que aclarar que, pese a estar basada en hechos reales, el cineasta juega y dispone todos los elementos de la ficción sobre la mesa. A caballo entre la invención y el documental, Schlöndorff narra el encuentro entre el militar de origen y disciplina prusiana y el cónsul sueco en París. La película se convierte de esta forma en un duelo interpretativo entre André Dussollier y Niels Arestup, dos grandes actores que se cargan el peso del film en sus hombros con total naturalidad.


Diplomacia sustenta toda su propuesta narrativa en un guión sólido y conducido a la perfección por unos diálogos brillantes y audaces, que se ven influidos por todos los estados de ánimo que atraviesan los protagonistas (que traslucen desde la cortesía hasta sentimientos cercanos al odio). Con una puesta en escena en la que el espacio se mimetiza con los personajes y les otorga todo el protagonismo, la persuasión se convierte en el elemento central de la obra, haciendo virar las opiniones de los personajes de un lado a otro constantemente. 

Niels Arestup y André Dussollier dominan la escena constantemente; el cineasta lo hace notar a través de la dirección de actores (uno permanece en una posición más clara mientras va “ganando” la conversación, los gestos también hablan, el tono, los movimientos…). En definitiva, Diplomacia es una película en la que casi todo comunica, absolutamente todo si es que nos referimos a los dos personajes centrales.

El film de Schlöndorff hace reflexionar al espectador, casi constantemente, sobre lo que podría haber pasado si el hombre hubiese decidido seguir la cadena de mando. En esa idea, inculcada a través de esos diálogos mordaces, radica su mayor virtud, oscurecida en algunas ocasiones por la evidencia de que lo que se está viendo es una ficción y por la duda razonable sobre la verdad de esa locuacidad y honorabilidad de aquellos hombres reales. No obstante, el director prefiere filmar una ficción, que le permite jugar con los códigos y las conversaciones entre dos personajes muy interesantes y llenos de pliegues, pese a que un documental, seguramente, hubiese funcionado mejor como simple contador de los hechos, de lo que pasó en esa noche en la que pudo “arder” París. Y no se puede decir que no haya sido un gran acierto.

Crítica del cortometraje La gran invención, de Fernando Trías de Bes

Diplomacia se proyecta en España junto a un cortometraje de Fernando Trías de Bes, que de la misma forma que la película francesa, fusiona códigos de la realidad y la ficción. La gran invención fantasea con un futuro (2027) en el que la Unión Europea se ha disuelto, siendo la espita el revuelo generado por una película española que revela un secreto de la construcción de la unión que involucra al gobierno nazi de Hitler.

Trías de Bes hace jugar, y divertirse, al humor con la realidad y el drama propio de la situación que vive nuestro mundo y consigue un relato de “los hechos” muy coherente con la actualidad y con la propuesta inicial de su propia historia. Sin duda, una historia brillante, que casa a la perfección como aperitivo a esta Diplomacia de Schlöndorff; y que valdría por sí sola el precio de una entrada.

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