21 noviembre 2014

'Jimmy's Hall', entre el melodrama y la confrontación

Crítica publicada en Esencia Cine


Dos años después de la Guerra de independencia irlandesa, que se libró entre 1919 y 1921, se firmó el Tratado anglo-irlandés, por el cual se reconocía la soberanía de Irlanda, que sería libre, pero formaría parte de la Commonwealth británica. Es decir, que seguiría considerada como un dominio británico pese a la concesión de su independencia. La aceptación del tratado por parte del Sinn Féin, el principal partido irlandés, originó otra contienda, que se libraría entre 1922 y 1923, entre los partidarios del tratado y los que no aceptaban formar parte de la Commonwealth. 

Cuando estalló la primera guerra, James Gralton volvió para luchar desde su exilio en Estados Unidos, donde residía desde 1909. Y diez años más tarde del final de la segunda, en 1932, volvió a hacerlo para ver a su madre por última vez. Esta segunda visita es la que inspiró al cineasta Ken Loach, que la trasladó a la gran pantalla para filmar su última película, Jimmy’s Hall.

La llegada de Gralton reaviva las llamas pasadas en el pueblo. El amor velado que dejó en un pasado vuelve a arder de forma latente; las enemistades que quedaron atrás se sitúan en primera línea otra vez, etc. Todo se acentúa cuando el activista comunista decide montar un salón de baile en el que los habitantes del pueblo puedan recrearse de la situación de crisis que se vive. La prohibición por parte de las autoridades del salón de baile servirá a Loach para esconder su evidente crítica política bajo una piel de aspecto cultural.


Casi cualquier historia que se circunscriba a un periodo de crisis puede reflejarse en la actualidad, y Jimmy’s Hall también lo hace en determinadas ocasiones. Sin embargo, la clara tendencia a cargar las tintas de su director (patente aquí en la extrema contraposición y el maniqueísmo; se observa en el enfrentamiento entre el cura –la iglesia inquisidora– y el propio Gralton: casi el bien y el mal para Loach) y la incapacidad de emocionar pese a rozar el melodrama en varios momentos, impiden la identificación con los protagonistas.

Jimmy’s Hall tiene fuerza, Loach narra una historia humana, política y con ciertas aristas, pero ese choque de contrarios es tan evidente y arraiga en una necesidad de significarse tal, que la película acaba por perder sutilidad, elegancia e incluso algo del potencial que podría haber dispuesto sobre la mesa. Pese a todo, el nuevo film del director británico consigue una gran factura y momentos en los que la narración más personal se distancia del primer foco político. Y en esos momentos la historia brilla más y coge aire. Aunque, por lo general, en seguida vuelve a ser ahogada en un mar de reproches político-históricos para quedar circunscrita en un terreno que se podría denominar como melodrama político.

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