03 julio 2015

'El padre', la epopeya interminable

Crítica publicada en Esencia Cine


En una secuencia de El padre (The Cut, Faith Akin, Alemania, 2014) el protagonista, armenio, experimenta una suerte de epifanía mientras ve El chico (Charles Chaplin, Estados Unidos, 1921): tiene que encontrar a sus hijas, de las que le separaron los turcos una noche en 1915. Aunque eso suponga recorrer todo el mundo. Y así emprende un largo viaje. El cine ha actuado como una especie de baliza de resistencia, un espacio ficticio al que el personaje se aferra para evadir la realidad que atraviesa. El argumento del film podría resumirse como la epopeya de un padre por recuperar a su familia, aun desconociendo si continúan vivos o no tras el genocidio armenio.

Faith Akin se nutre de la imponente fotografía de claroscuros de Rainer Klausmann, de colores fríos y apáticos en la noche –como si ahí fuese donde se pierde la esperanza– y muy cálidos durante los lapsos del día, para mostrar, siempre con el rostro de Tahar Rahim como meta, el viaje del padre en busca de su pasado, que será a la vez su futuro. El cineasta estructura su guión, coescrito con Mardik Martin, a través de constantes saltos, tanto temporales como espaciales, para evidenciar con ello que la sinrazón y la miseria moral humanas no entienden ni de fronteras ni de tiempos. 


El padre se mueve constantemente entre los géneros de aventuras, thriller o western –del que hereda planos calcados– sin perder nunca de vista el motivo de su existencia: el padre que busca con ahínco a su hija por todo el mundo. Sin embargo, bajo la capa primaria del film, subyace una visión del mundo que denota un cierto pesimismo, al que se une el efecto de extrañeza que provoca la inclusión estridente de una guitarra de rock progresivo que, por momentos, incomoda, pero que en otros resulta bella como los paisajes recorridos.

Todo está documentado de forma exquisita en la obra de Akin: las ciudades se visten como deben, los carteles, posters, coches que acompañan la escena son los que tienen que ser, etc. La coherencia espacio-temporal es muy destacable (excepto en un par de lapsus irrevelables) y contribuye a que el elevado número de saltos entre lugares y años no se vuelva un lastre por sí mismo. Sí se torna en complicación, no obstante, cuando percibimos que la sobreabundancia de ellos hace perder potencia a la trama vertebral. Podrían haberse eliminado un par de viajes del padre sin que la historia hubiese lucido amputada ni su épica menor. 

De esta forma, la guitarra estridente conduce los pasos del padre en busca de la hija por desiertos físicos y psicológicos –en este sentido el espectador puede recordar de forma muy primitiva la Jauja de Lisandro Alonso, donde un padre también atravesaba el desierto para reencontrarse con su hija secuestrada, y en la que, además, sonaba una guitarra similar en el giro central del film– hacia la consecución de su objetivo, el cumplimiento de una voluntad gestada. Lo escribió Paulo Coelho y por momentos Faith Akin parece adherirse a esa corriente: “Cuando deseas algo con mucha fuerza, el universo entero conspira para que puedas conseguirlo”.

0 comentarios :

Publicar un comentario