16 abril 2015

'La fiesta de despedida', la levísima sonrisa de la muerte

Crítica publicada en Esencia Cine


Los acercamientos desde el humor a los temas más delicados suelen suponer un soplo de aire fresco para todo tipo de arte. Siempre se agradecen las mutaciones perversas que nos sacan de la zona de confort. Sin embargo, y aunque recomendables, corren ciertos riesgos que deben sortear para que la tentativa acabe por funcionar. En La fiesta de despedida, los directores Tal Granit y Sharon Maymon solo consiguen sortearlo en determinadas situaciones; en otras la frivolidad se adueña de la escena, sin que el humor se pueda llegar a interpretar como un pretexto suficiente para la broma.

La película israelí bordea y atraviesa constantemente la frontera entre la comedia y el drama. Un grupo de abuelos, conscientes del grado terminal de uno de ellos, decide poner fin a su sufrimiento y aplicarle una muerte digna. Cuando se corra la voz, varios compañeros de la residencia solicitarán su funestos servicios. La premisa, en realidad, se presta a hacer un tipo de comedia negra que le vendría muy bien a un momento en el que el debate sobre la eutanasia permanece muy vigente. Sin embargo, a la película le falta punch a la hora de transmitir, resultando de ella una hibridación de géneros sin demasiada fuerza en ninguna de sus balanzas.


La fiesta de despedida se desarrolla en una baldía tierra de nadie; no consigue arrancar la carcajada, pero tampoco alcanza para emocionar. Sin embargo, y aquí viene la paradoja, tampoco sería justo decir que no lo hace. Nos podemos sorprender riendo con alguna de las ocurrencias de este grupo de rebeldes con causa, pero también experimentando cierta congoja en alguno de los momentos cruciales de la historia. El problema del que adolece el film viene dado por una cierta indefinición, por no terminar de volcarse nunca hacia ninguna de las pinzas genéricas que la sustentan.

El ciclo de la vida (naces, creces y mueres) parece ser uno de los leitmotivs de la cinta, que subraya continuamente la vuelta en la vejez a la candidez de la infancia a través del Alzheimer, la demencia senil o las deficiencias propias de la edad y los años. El cáncer de edad, como escuché una vez metaforizar a alguien sobre el envejecimiento de las personas. El eterno retorno al polvo, por una vía u otra, y el miedo y la seguridad que provoca, a su vez, la certeza de saber que será así.

En Mita tova (título original) somos testigos de una obra que tiene más peso por lo que cuenta y por el tema espinoso en el que se adentra, que por cómo lo hace. La valentía a la hora de abordar la temática es innegable. La fiesta de despedida nos sitúa de frente ante un contenido vidrioso y difícil; sin embargo pierde mucho fuelle cuando abandona el contenido del mensaje para adentrarse en el humor o lo meramente cinematográfico.

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