19 marzo 2015

'National Gallery', Cine por amor al Arte

Crítica publicada en Esencia Cine

La expresión “por amor al Arte” se suele utilizar para determinar una labor que se realiza sin la intención de que sea retribuida. Cuando aquello ante lo que nos encontramos tiene más de filantrópico que de comercial. Será difícil que algún día se le pueda agradecer a Frederick Wiseman la generosa labor sorda que realiza en torno a sus películas. No hay nadie en el mundo del Cine que se acerque a sus temas de la forma en la que este cineasta, que sobrepasa ya los 85 años, lo hace.

En su última película, National Gallery, vuelve a disponer su estilo frente y tras la cámara para adentrarse en el gran museo londinense a su manera. La película del norteamericano es una fascinante monstruosidad (su duración es de 180 minutos), un acercamiento a la labor de la galería en todas sus vertientes y desde el más riguroso presente. Wiseman coloca su cámara, su mirada, y con ello la nuestra, en las diversas transacciones, comerciales y artísticas, que tienen lugar en el día a día del museo. Y lo hace a través de una puesta en escena sobria, calculada, tan pendiente del detalle diferencial como de la más pura cotidianeidad del trabajo rutinario, del pasado como de lo que ocurre ahora con ese pretérito.


Hans Holbein, Diego Velázquez, George Stubbs, J. M. William Turner, Tiziano… y una lista incontable de figuras artísticas desfilan por delante del objetivo del director. Y a través de ellos, el espectador es testigo de toda la obra que se lleva a cabo en torno al Arte desde cualquiera de los segmentos del museo. No solo del propiamente expositivo. Wiseman se adentra tanto en las oficinas, como en las salas en los que se restauran las obras, así como observa el trabajo de los guías del museo, apasionados trovadores de la historia del Arte. National Gallery es, por tanto, una radiografía reveladora del Arte y su significado, tomada desde todos los puntos posibles. Además, el cineasta logra que su film se establezca como un constante diálogo entre todas las disciplinas artísticas. Con el cine, más concretamente, establece paralelismos terminológicos y técnicos constantes desde la pintura (la puesta en escena, la iluminación, los modelos como actores, el encuadre…), poniendo en relación así ambas disciplinas sin evidenciar subrayados prescindibles.

El estilo documental de Frederick Wiseman vuelve a ser la seña de identidad. Su puesta en escena vuelve a desarrollarse a través de planos largos, en los que deja que la acción transcurra para adaptar ese pausado ritmo de la cotidianeidad. Por otra parte, el autor continúa focalizando su mirada en cada uno de los departamentos y ofrece un vistazo general del lugar, de la misma forma que en el resto de su filmografía: véanse At Berkeley (2013), circunscrita al terreno universitario público de Estados Unidos; Boxing Gym (2010), en la que se adentraba en todas las facetas del entrenamiento del boxeo en un gimnasio; Crazy Horse (2011), donde radiografió el cabaret parisiense; o Le danse. Le ballet de l’Opéra de Paris (2009), en la que vivió el día a día de dicha escuela de danza. No hay duda de que en la obra de Wiseman late con fuerza la relación existente entre lo pequeño y natural, la figura del ser humano, y lo grande y edificado, las instituciones. Por eso, se puede hablar de National Gallery como un cuidadoso acercamiento al gigante que dormita, un trabajo de disección de todos sus órganos, cuyo resultado en la mente del espectador puede terminar siendo el convencimiento de que la existencia de una institución como la National Gallery de Londres es necesaria para la conservación y mejora del patrimonio cultural, artístico y humano. Es decir, se puede hablar de National Gallery como cine hecho por amor al Arte.

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